La pedagogía marianista se resume en 5 características que orientan la acción de los educadores laicos y religiosos en los centros educativos marianistas del mundo.
Los educadores de las obras marianistas ayudan a los niños y jóvenes a encontrar un sentido para su vida, que les haga sensibles a lo sagrado, al bien, a la verdad, a la belleza, y les oriente en su actividad diaria. Abren un diálogo entre la fe y la cultura, como un estímulo para la búsqueda de la verdad. En un centro educativo marianista, los educadores animan a los alumnos a desarrollar un auténtico espíritu interior, a compartir la fe y a integrarse en comunidades que testimonien la verdad de las palabras del P. Chaminade: “El Evangelio puede ser vivido hoy lo mismo que en la primitiva Iglesia”.
Implica desarrollar las cualidades físicas, psicológicas, intelectuales, morales y sociales del individuo. La pedagogía marianista estimula a todos a mejorar sus propias y peculiares capacidades profesionales, respetando la personalidad de cada alumno y trabajando sobre la interioridad y el autoconocimiento.
Los centros educativos marianistas procuran facilitar el acceso a las nuevas tecnologías a sus alumnos como también incluir la preocupación por el medio ambiente.
Somos una comunidad de educadores abiertos a todos: acogemos a estudiantes de procedencias sociales y étnicas diversas, y ofrecemos nuestro servicio educativo a personas con diferentes dones y capacidades.
Ofreciendo un clima de aceptación, acogida, disciplina y amor, el colegio actúa como una “segunda familia”.Todos sus miembros comparten la responsabilidad de crear y mantener un ambiente en el que puedan florecer la belleza, la sencillez, la armonía, la disciplina y la creatividad. Nos esforzamos en crear un ambiente agradable y respetuoso entre todos los miembros de la comunidad educativa: la dirección, los docentes, los padres, el personal auxiliar y los alumnos.
Trabajamos para crear y fortalecer equipos de trabajo entre los docentes y alumnos, y encontrar formas de colaboración con las familias para apoyarnos mutuamente y reforzar nuestra misión común. Cooperamos también con otras obras marianistas, con estructuras diocesanas y con organizaciones nacionales e internacionales.
Nuestro espíritu misionero nos lleva a dar prioridad al servicio directo a los pobres, especialmente en las nuevas obras y servicios, y a educar para la solidaridad y la justicia.
Vivimos nuestro compromiso en favor de la dignidad humana y de una sociedad más solidaria, estableciendo en nuestros centros estructuras internas adecuadas y justas.
Los centros educativos marianistas viven el compromiso cristiano en favor de los pobres, preparando a personas capaces de ofrecer un auténtico servicio a los más desheredados. El colegio favorece estos compromisos promoviendo acciones concretas y procurando el desarrollo integral de las personas y de los grupos. Los colegios marianistas promueven la igualdad y dignidad de hombres y mujeres, y estimulan la creación de grupos de ayuda y voluntariado en favor de los más necesitados.
“A tiempos nuevos, métodos nuevos”, decía el P. Chaminade. Los centros educativos marianistas encaran el futuro con serenidad, manteniendo un equilibrio entre la afirmación de lo que sigue siendo válido y la disposición a renovarse constantemente. Aceptamos los cambios con una actitud de fe y los afrontamos con estrategias basadas en la sabiduría cristiana y en la pedagogía marianista.
Cultivamos en nuestros alumnos actitudes que favorezcan el diálogo, el consenso y el trabajo en equipo; educamos en la aceptación del otro, en el pensamiento crítico y en la búsqueda de la verdad. Nuestros centros educativos promueven el estudio de lenguas extranjeras y el intercambio de alumnos y educadores, particularmente con otros centros educativos marianistas.
Desafíos para los centros educativos Marianistas en Argentina
Una escuela católica no es tanto aquella en la que se enseña la doctrina católica junto a las demás materias, como aquella en la que todo es enseñado con un espíritu cristiano.
Este gran objetivo no se cubre, simplemente, con tener espacios de catequesis o clases de religión. Debemos pasar de “tener” pastoral a construir comunidades en clave pastoral, porque en los centros educativos marianistas el esfuerzo pedagógico y el esfuerzo evangelizador se unen en un solo proceso de desarrollo integral animado por el Espíritu Santo.
La escuela del nuevo siglo es una institución con nuevos alumnos, sujetos activos del aprendizaje, diferentes en muchos aspectos a los que poblaron sus aulas hasta el momento. Es necesario que los educadores marianistas asumamos que no solamente estamos en un escenario distinto sino con actores distintos que construyen el aprendizaje en relación con sus pares y con docentes que facilitan y se constituyen en mediadores del proceso.
En la escuela tradicional, el docente monopolizaba la transmisión del saber y estimaba que una audiencia homogénea lo recibía. Esta concepción se ha visto superada por los desafíos que plantean las nuevas generaciones en el actual contexto. Es necesario realizar un saludable ejercicio de desaprendizaje y de aprendizaje por parte de los educadores, para resignificar su autoridad docente en la transmisión de su saber.
La sociedad moderna se asentaba sobre algunos pilares evidentes: el hogar familiar, el trabajo, la ciudadanía, las leyes y la búsqueda de la homogeneidad social. Éstos se han vistos conmovidos y está surgiendo un nuevo modelo, basado en la pluralidad, la preeminencia de los deseos individuales y disfrutar una buena vida. Este nuevo modelo ha favorecido el deterioro de los lazos comunitarios y la fragmentación social. Las preguntas que deben estimularnos son ¿Cómo hacer, sin resignar espacios para la autonomía personal, para construir nuevas formas de solidaridad y de ciudadanía? ¿Cuál debería ser el papel de la escuela en la construcción de una nueva ciudadanía?
Los colegios marianistas tienen una identidad, surgida de un carisma, una espiritualidad y un estilo pedagógico. Durante el siglo XX, la identidad de nuestros colegios ha estado garantizada por la presencia, animación y conducción de los religiosos marianistas. En el siglo XXI, el desarrollo de la misión educativa marianista en la Argentina requiere profundizar nuestra identidad como Familia, lo cual nos desafía a profundizar el carácter colectivo para animar y llevar adelante las obras. Laicos y religiosos unidos por un espíritu, un proyecto, una misión. Familia que quiere ser sacramento, presencia que manifiesta a un Dios que nos ama.
El verticalismo y la conducción personalista, habituales en la escuela tradicional, se están extinguiendo sin remedio. Cabe entonces buscar, aplicar y desarrollar nuevas formas de gestión y de animación, porque tanto el modelo social (democrático) como las reflexiones más agudas sobre gestión señalan que nada funciona bien por largo tiempo si no es asumido por sus actores, lo cual se logra en un marco de creciente participación. Esta demanda no es desconocida para nosotros, porque responde al modelo de gestión y animación de la tradición marianista.